Bruce LaBruce es el máximo representante del Queer Underground. Director, fotógrafo y escritor, siempre rodeado de polémica, es por ejemplo el autor de la fotografía con Alaska y Mario Vaquerizo que le ha costado a este último el despido de la Cope por considerar que se ridiculizaba la imagen de Jesucristo. Bruce es un artista, de lo homosexual, lo perverso y lo bizarro. Ya fui advertido en su día por un amigo de lo incómodos y escatológicos que resultaban sus cortos artie, detallándome una escena entre indigentes donde una bolsa de basura usada era utilizada a modo de condón para pasar a la consecuente enculada. Esta escena que me relató mi gran amigo siempre me hizo sentir un inexplicable repelús cuando veía por algún lado el nombre de este cineasta canadiense, y me alejó completamente de su obra. Sé que tarde o temprano –más bien tarde- me dará por curiosear dos de sus aventuras cinematográficas mejor consideradas: Hustler White y Otto, or, up with dead people, y es que por que una obra sea provocadora y gay no tiene que estar reñida con la calidad y puede resultar perfectamente atractiva para un público no necesariamente homosexual. Ahí está John Waters, Rainer Wender Fassbinder, Gregg Araki, Eloy de la Iglesia o Pedro Almodóvar para corroborar que se pueden hacer grandes películas que le interesen a todos. El problema viene cuando se quiere escandalizar, ser muy transgresor y punk, y no tener nada que mostrar. Puede que las intenciones del director sean las de mofarse a costa de todos los heteros rastreadores de zombie movies, que se sentirán estafados e indignados con esta peli que se vende como tal y no es más que otra peli porno gay, eso sí, con casquería. Con nulo presupuesto se nos presenta la historia de un zombie que no se alimenta de carne humana -bueno, sí- ni mata, solo deambula por los suburbios y resucita a los muertos recientes introduciendo su pene-aguijón en sus heridas y descargando su oscuro semen, para después ponerles el culo mirando pa Cuenca. Este zombie mal maquillado también podría ser un esquizofrénico, o un vagabundo, o un extraterrestre, nada queda claro. No hay apenas diálogos, ni guión, ni historia. Todo es monotonía y aburrimiento, la misma escena contada con distintos personajes y distinto escenario, como en una porno, claro está. Solo que ésta se ha vendido en versión soft para festivales (65 min) y hard (105min), dando igual la elección por que vas a ver más o menos lo mismo, solo que el masoca tiene una opción más alargada: tíos cachas dejándose el culo como un bebedero de patos rebozados en sangre y suciedad. Por cierto, hay un cartel de la película que copia el del Zombie de Romero, no sé si es un anzuelo para atraer otro público o se trata del egocentrismo del director que se cree haber hecho algo a la altura de la nombrada obra maestra. Sea lo que sea, un insulto para el maestro y padre de los muertos vivientes.
miércoles, 4 de abril de 2012
L.A. Zombie
Bruce LaBruce es el máximo representante del Queer Underground. Director, fotógrafo y escritor, siempre rodeado de polémica, es por ejemplo el autor de la fotografía con Alaska y Mario Vaquerizo que le ha costado a este último el despido de la Cope por considerar que se ridiculizaba la imagen de Jesucristo. Bruce es un artista, de lo homosexual, lo perverso y lo bizarro. Ya fui advertido en su día por un amigo de lo incómodos y escatológicos que resultaban sus cortos artie, detallándome una escena entre indigentes donde una bolsa de basura usada era utilizada a modo de condón para pasar a la consecuente enculada. Esta escena que me relató mi gran amigo siempre me hizo sentir un inexplicable repelús cuando veía por algún lado el nombre de este cineasta canadiense, y me alejó completamente de su obra. Sé que tarde o temprano –más bien tarde- me dará por curiosear dos de sus aventuras cinematográficas mejor consideradas: Hustler White y Otto, or, up with dead people, y es que por que una obra sea provocadora y gay no tiene que estar reñida con la calidad y puede resultar perfectamente atractiva para un público no necesariamente homosexual. Ahí está John Waters, Rainer Wender Fassbinder, Gregg Araki, Eloy de la Iglesia o Pedro Almodóvar para corroborar que se pueden hacer grandes películas que le interesen a todos. El problema viene cuando se quiere escandalizar, ser muy transgresor y punk, y no tener nada que mostrar. Puede que las intenciones del director sean las de mofarse a costa de todos los heteros rastreadores de zombie movies, que se sentirán estafados e indignados con esta peli que se vende como tal y no es más que otra peli porno gay, eso sí, con casquería. Con nulo presupuesto se nos presenta la historia de un zombie que no se alimenta de carne humana -bueno, sí- ni mata, solo deambula por los suburbios y resucita a los muertos recientes introduciendo su pene-aguijón en sus heridas y descargando su oscuro semen, para después ponerles el culo mirando pa Cuenca. Este zombie mal maquillado también podría ser un esquizofrénico, o un vagabundo, o un extraterrestre, nada queda claro. No hay apenas diálogos, ni guión, ni historia. Todo es monotonía y aburrimiento, la misma escena contada con distintos personajes y distinto escenario, como en una porno, claro está. Solo que ésta se ha vendido en versión soft para festivales (65 min) y hard (105min), dando igual la elección por que vas a ver más o menos lo mismo, solo que el masoca tiene una opción más alargada: tíos cachas dejándose el culo como un bebedero de patos rebozados en sangre y suciedad. Por cierto, hay un cartel de la película que copia el del Zombie de Romero, no sé si es un anzuelo para atraer otro público o se trata del egocentrismo del director que se cree haber hecho algo a la altura de la nombrada obra maestra. Sea lo que sea, un insulto para el maestro y padre de los muertos vivientes.
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