Red State
Kevin Smith (Mallrats, Persiguiendo a Amy, Jay y Bob el silencioso contraatacan) cambia completamente de registro para volver al cine de bajo presupuesto, donde se descubrió con la indie Clerks, abandona la comedia freak-romántica y a veces empalagosa que era su marca de fábrica (Jersey Girl), y apuesta por un film de horror, aunque no carente de cierto humor negro, un American Gothic donde algunas de las obsesiones del director siguen vigentes: sus críticas y mofas a la religión, presentes en la polémica Dogma o los adolescentes descerebrados sedientos de sexo. Aquí se nos presenta a una terrorífica y asesina secta que adora a Dios y aniquila sin pudor a todo pecador visible, aunque en su punto de mira estén los homosexuales. Su estética parece sacada de un telefilm y tiene un aire documental sucio que le otorga realismo, rodada casi toda la parte del film en un mismo escenario-la iglesia de los religiosos con un sótano abarrotado de todo tipo de armas militares- y su exterior rodeado por las fuerzas del orden, es una película irregular debido a su ritmo inconstante y muchos diálogos largos sin trascendencia –queriendo ser por momentos Tarantino pero sin la chispa de aquel-, pero resulta mucho mejor que los últimos títulos del realizador. Al menos se agradece el riesgo de abandonar el cine convencional y caro de Hollywood y apostar por el cine de género, y con muy poco dinero. Como puntos a favor destacar el reparto donde brillan los veteranos Michael Parks (Abierto hasta el amanecer, Kill Bill 2) y John Goodman (El gran Lebowsky) que con sus magníficas interpretaciones, el primero como el líder sectario, el segundo como policía confuso que acaba perdiendo los papeles, hacen subir muchos puntos a un film pequeño que podría haber sido mucho más pero que se sigue con interés.
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