jueves, 29 de septiembre de 2011

Las aventuras de un guionista en Hollywood


Las aventuras de un guionista en Hollywood

William Goldman. Plot Ediciones

Por Santi Martí

Para mí después del libro Truffaut-Hitchcok, el mejor ensayo sobre cine nunca escrito, William Goldman escribió Dos hombres y un destino o El golpe, ambas de George Roy Hill. Hombre muy metido en la maquinaria hollywoodense, su punto de vista está lleno de bilis y mala baba. Su repaso a la fábrica de sueños más mainstream no tiene desperdicio, ahí reciben todos: actores, agentes, guionistas, productores y… directores. Les tiene manía a ellos y a toda la teoría del auteur francesa. Pero para hablar de directores solo dice que es más duro que trabajar en una mina. Y lo ejemplifica con el pobre de Richard Attenborough durante el rodaje de Un puente muy lejano. Estaba el primero en el set de rodaje y catorce horas después era el último viendo los copiones. Y un día fundamental de rodaje en exteriores que valía un pastón estaba supervisando toda la escena. Era una escena que valía un millón de dólares con cientos de extras y tanques y jeeps. Y él llevaba horas supervisándolo todo, amenazaba lluvia y todo el mundo le asaltaba con preguntas. Él mantenía el autocontrol y la autoridad sobre el equipo de cientos de personas. Hasta que se le acercó un inocente novato y le preguntó ¿Qué hacemos con el jeep? En ese momento Attenborough entró en estado zen. Mientras mantenía la mirada perdida en el horizonte se le oyó mascullar: ¿Jeep? ¿Pero qué jeep? Tras dos minutos interminables de zozobra se dio cuenta que el becario se refería una escena posterior a la del millón de dólares. Goldman cuenta con esta anécdota impagable lo duro que es ser director de cine. Tanques, miles de hombres, y un jeep perdido que no sabe ubicar. Un infierno en la tierra, oigan.

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