martes, 8 de diciembre de 2009

The end: José Luis Lopez Vázquez y Paul Naschy

Lágrimas irrefrenables surgen en mi interior, lágrimas invisibles que se llevan por dentro. Dos grandes del celuloide patrio han caído en estos dos últimos meses. Los dos aportaron mucho al cine español, y a mi vida, demasiado como para no lamentar tanto sus irremplazables pérdidas. Primero, hace poco menos de un mes, el 2 de noviembre, uno de los mejores actores cómicos de España: José Luis López Vázquez, que con su típico perfil de españolito medio de los setenta bajito, bigotudo y algo calvo deleitó y conmovió con todos y cada uno de sus personajes. Hace poco disfruté de la magnífica "El pisito" de Marco Ferreri, donde asomaba en uno de sus primeros papeles, o hace un par de años me hizo reír con sus pedos fogosos y modales de viejo verde en la dramática "¿ Y tú quien eres?", dirigido otra vez por Antonio Mercero, ese mismo que metió al pobre en una angustiosa cabina de teléfonos en la genial “La cabina”. "Atraco a las tres", "Mi querida señorita", donde se trasvestía, y obras mas serias, desde sus colaboraciones con Carlos Saura hasta ese inolvidable Romasanta, el asesino gallego que se creía un hombre lobo, en “El bosque del lobo” de Pedro Olea. Fué fetiche de Luis García Berlanga y uno de los ladronzuelos de tercera edad en la serie "Los ladrones van a la oficina". En "El turismo es un gran invento " demostró que no solo Alfredo Landa persiguió suecas lozanas: él también fue un experto. Adiós, maestro.


Marcaste una época, como también lo hizo Paul Naschy, que el día 1 de diciembre falleció a causa de un cáncer. Ningún amante del fantástico y concretamente el fantaterror, debería pasar por alto su carrera, pocos en este país se arriesgó tanto por un género que aquí apenas se le tenía importancia. Sus films podían ser de una calidad discutible, depende para quien, pero en épocas de Ozores, Estesos a la cazas de enfermeras, cine S rancio y pedanterías familiares o amores de transición firmados por Garcis o Sauras, él se atrevió con resucitar a su manera aquellos monstruos de la Universal, las atmósferas Hammerianas, pero claro está, todo muy kitsch y con sabor ibérico. Creador de mitos propios como Waldemar Daninski (su hombre lobo particular) o el sanguinario brujo medieval Alaric de Marnac. Su obra fue más reconocida en Japón o Alemania, donde realizó coproducciones y consiguió subvenciones.



Yo me declaro fan absoluto de este hombre lobo español, con especial predilección por “La noche de Walpurgis”, la cinta que me descubrió a este también dibujante, escritor, documentarista, campeón de alterofilia y director, de donde salen obras más serias, decentes, incluso algunas de ellas, imprescindibles, como “El Huerto del francés”, considerada por muchos su mejor película, “Inquisición” o “El caminante”. A destacar también de entre sus centenares de films, algunos incluso alejados del terror, como "El francotirador" o "El último Kamikaze". De mis favoritas también están “El jorobado de la morgue”, un divertidísimo y sangriento cómic pop, “El espanto surge de la tumba”, con la intervención de una Maria José Cantudo sombificada, o “El retorno del hombre lobo”, una de las mejores sobre su personalizado licántropo. En todas ellas se podía encontrar erotismo desvergonzado, hemoglobina de sobras y humilde diversión. A finales de los noventa hasta estos últimos días volvió a asomarse en algunos títulos, algunos olvidables como “Licántropo” o “Mucha sangre”, otros de interés como "School Killer" o “Rojo Sangre”. Hace un par de meses pude verlo en persona, en el Festival de Sitges, firmando ejemplares de los dos nuevos libros dedicados a su figura, nuevos títulos remasterizados hasta ahora inéditos en Dvd, y su último film, “La herencia Valdemar”, su obra póstuma donde podremos disfrutar por última vez del actor. Su médico le recomendó reposo y no hacer viajes largos, pero él acudío al reclamo de sus fans y contentó a todos con su presencia y dedicatorias. Eso no lo hace cualquiera, salvo un luchador nato que se desvive por sus seguidores. Hace unos días me llegó al Facebook , poco antes de su muerte, un mensaje para votar por que el Goya honorífico de este año fuera a parar a manos de él en reconocimiento a toda una carrera muchas veces marginada por estos lares. El revival Naschy total llega justo ahora, el año de su triste despedida. Ahora se me hará extraño, a mi y a muchos, pasearnos por El Festival de Sitges y no echar de menos a aquel señor con boina que contentaba a sus fans. Dos indispensables de nuestro cine se han ido, formaron parte de mi vida y crecí con ellos, por suerte sus presencias siempre podré rescatar en mi formato doméstico.


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