
Santi Martí
Reconozco que la obsesión de Roland Emmerich por destruir el planeta es respetable. Anteriores pelis suyas como Indepence Day (1996) o El día de mañana (2004) me proporcionaron horas de descerebrada diversión y esta última prometía ser la última palabra en cine de catástrofes. El trailer te cegaba con enormes tsunamis y el hundimiento del mismísimo Vaticano con el Papa y los cardenales incluidos. Sí, señor, palabras mayores. Pero la fui a ver y se convirtió en la mayor decepción del último año. Sigue todas las reglas de este subgénero pero nada encaja. El mejor personaje, Woody Harrelson, está desaprovechado y desaparece a la hora de película, pero esto es una peli mamut y aún falta hora y media de tedio y aburrimiento. No paré de mirar el reloj. Una puta mierda de película y sin ninguna excusa válida para defenderla. Un asco, un vómito.
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