domingo, 7 de septiembre de 2008

Mamadas a ritmo loco: El cine de Antón Frames

Por David Pizarro
A finales del pasado siglo, cuando Aznar, al frente de su legión de lameculos, dominaba con puño de latón este país, el españolito medio, absorto en otros menesteres, se dejaba seducir por una supuesta programación alternativa y de entretenimiento puro y duro, los late night shows.
Eran los años en los que Jesús Hermida, Pedro Ruiz y Pepe Navarro encabezaban las listan de índices de audiencia televisiva. Éste último, con su mítico Esta noche cruzamos el Mississippi, creó un punto de inflexión, sentó precedente y reorientó los gustos del pueblo llano. De este modo y para ello, se nutrió de diferentes personajes de diverso -y en algunos casos sospechoso- talante para confeccionar la plantilla de su programa. Por éste veíamos deambular especimenes para todos los gustos. Así, nos encandiló la sinuosa silueta de Sonia Monroy -ahora empeñada en taladrarnos los oídos con su supuesto hit parade veraniego, Lorenzo-; nos sirvió en bandeja de plata, y a modo de carta de presentación, humoristas de talento
contrastado, como Florentino Fernández -en sus múltiples versiones, siendo la más popular en el programa Crispin Klander- o Carlos Iglesias -o su alter ego Pepelu-; pero, ante todo y sobre todo, nos traumatizó el vocabulario infecto e indigesto de Cristina Ortiz Rodríguez, popularmente conocida como La Veneno. Un transexual arrabalero, grosero y malsonante, cuyo cenit artístico consistió en mostrar sus asiliconados pechos en franja late night. Ni qué decir queda que a partir de entonces su carrera fue mitigando hasta que, tras una breve incursión en la televisión argentina, acabó encarcelado por fraude. Aun así, entretanto, cuando intentaba asimilar el éxito de la fama a la vez que se frustraba su primera intervención en el cine convencional con una película autobiográfica, intervino en dos producciones pornográficas de la época: El secreto de la Veneno (1997) y La venganza de la Veneno (1997), dos guasas de porno rural firmadas por Antón Frames, nombre de guerra de Antonio Marcos, un desvergonzado videoaficionado totalmente falto del sentido del ridículo. Un ególatra sin escrúpulos capaz de explotar a desdichados de poca fortuna. Dentro de estos, y exceptuando a la citada Veneno, destaca uno de los buques insignias del boxeo español, Poli Díaz, quien a las (des)ordenes de Frames intervino en dos de sus realizaciones: El Poli, el lama y la que los lame y Las tentaciones eróticas del lama. Ambos, engendros de dudosa factura, donde abundan las mamadas plastificadas, los diálogos ininteligibles -eso cuando no están solapados bajo una estridente música maquinera. Visto lo visto, ¿querría privarnos de todos los sentidos?-, las pollas flácidas y los desnudos repelentes, adiposos y por ende nauseabundos. Ambas producidas en 1997 -fructífero año en su cosecha personal-, emanan cierto aroma a vino rancio, recalcado por la actuación de El Potro de Vallecas, quien, totalmente encocado, hace gala de la violencia machista que atesora, tanto verbal como física, pues, a la palabra más reiterativa de su parloteo o balbuceo -según se quiera o pueda entender-, hija de puta, hay que unir sus intenciones de constante maltrato físico (1). Además, abundan los contraplanos, lo cual hace que la suspicacia y la incredulidad sobre su porte sexual sean la comidilla del aficionado, puesto que durante gran parte del metraje muestra sus encantos varoniles alicaídos. Eso sí, sus diálogos totalmente improvisados y surrealistas nos obsequian con una de las frases más estrambóticas de la historia del porno patrio: la chupas igual que una ternerilla -para que luego digan que el porno español no es ingenioso. El Potro, la ternerilla... ¿quizá zoofilia enmascarada de porno-caspa?-, sólo igualada -que no superada- por el verdulero parlo de la Veneno, más empeñada en colar el cañón de una pistola de pega por algún ojete despistado, que por variar su monotemático diálogo.
Circunstancialmente, resulta gratificante comprobar la fidelidad que Frames ostenta hacia sus amigos, pues en sus producciones éstos acaparan el reparto. Habituales de ellas serían El Potrillo, Susana de Alba o Natalia.
De todas formas, y aún pesándome, no debo -o no puedo- negar su condición de pionero dentro del neoporno español, pues, tras producir una serie de mediometrajes de pretencioso porno artístico cuyos protagonistas procedían de diferentes escuelas de Artes Plásticas y su visionado se produjo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, suya fue la labor de distribuir las primeras cintas que José Mª Ponce, en estrecha colaboración con María Bianco, rodó a principios de los noventa. Tras el sorpresivo éxito de Los vicios de María (1992), título final de aquel croquis pornográfico, llegarían Las fantasías eróticas de Sonia (1993), Cambio de parejas (1993) y La seducción de Sherezade (1993), todas ellas del citado Ponce, obras de mejor factura y más medios, de cuya producción se encargó el propio Marcos y que fueron las primeras semillas del cine X contemporáneo patrio. Aun así, el frescales de Frames se las ingenió para remontar las dos primeras cintas de Ponce e, insertándole unos ingeniosos planos subjetivos, parir el aborto de Chon Chon el etaterrestre (1994), una guasa burlona y burlesca, enmascarada -pero sin antifaz- de cinta de ciencia ficción de andar por casa.

Tampoco es mi intención ser demasiado crítico con él, pues bien es cierto que con los años ha ido mejorando hasta llegar a “deleitarnos” con Por un puñado de polvos (1998), su obra más ovalada -que no redonda-. Una nueva visión de la trilogía del dólar leoniana a modo juego frameliano -o sea, una chirigota porno-westerniana-, la cual fue estrenada a bombo y platillo como la primera cinta X española ambientada en el lejano Oeste. Nada más lejos de la realidad, pues años antes, hacia principios de los ochenta, el actor y esporádico realizador Joaquín Gómez -suyos son además el seudo Conan Tunka, el guerrero (1984) y el documental Aquél lugar de La Mancha (1999)- firmó Los sueños de Loretta (2), un mediometraje de escasos cincuenta minutos de duración estructurado a modo de sketchs y cuya ambientación se situaba en diversas localizaciones de la Historia Universal, entre ellas el Far-West o la antigua Roma.
Mas su perspicacia le llegó a dirigir una nueva obra pornográfica con los componentes de un grupo de heavy metal. Además de ser el principal valedor de la recuperación de Antonio Mayans para el género, llegándole a producir y distribuir su Detectives del placer (1997).
Lejos de escarmentar, este profeta del sexo fundó una escuela hecha por y para profesionales del mismo, donde diversos actores de su círculo más cercano impartían jugosas clases de mete saca.
En la actualidad, y dada la gran crisis económica y, por extensión, cinematográfica, se ha refugiado en la casa de su Dios -o sea él mismo- y ha fundado la Iglesia Frameliana, donde abogan por el sexo como doctrina. Olé
tus santos huevos Antón.



(1) Igualmente, ésta ha sido una constante en su corta carrera como actor X, cuyo cenit artístico supuso El potro se desboca (1997) de Justo Pastor, definitivamente mucho más interesante, entretenida y excitante que el conjunto de la obra frameliana.
(2) Se dice que la ignorancia no exime del delito. Pero éste no es el caso, pues el propio Marcos fue el encargado de editar la película de Gómez y he de suponer que un profesional del vídeo visiona sus productos antes de distribuirlos, ¿o tal vez no?
Asimismo, y como dato anecdótico, mencionar que bajo su sello se distribuyó también la serie Nuestros pícaros abuelos, un compendio de sketchs anónimos de porno clandestino, básicamente americano, los cuales comprendían desde los años veinte hasta los setenta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajaja. David Pizarro, después de tantos años, acabo de ver este post y en principio muchas gracias por tu tiempo, ya que has realizado una buena recopilación de información. Por otra parte animarte a que te apuntes a la Iglesia Frameliana, te admitiremos sin rechistar por tu bien hacer y buena escritura.
Nada más, felicitarte y reafirmarte que serias admitido con todos los honores.

Un abrazo

Anton Frames