Guerra mundial Z
Los zombies de Brad Pitt corren que se las pelan. Saltan, se
organizan como insectos pareciendo enjambres, bandadas o marabuntas. Los andantes-o corredores en
este caso- son más inteligentes, crean su propio ejército y saben que en la unión
está la fuerza. Forman torres con sus cuerpos para saltar muros, llegar a helicópteros
en marcha… El cine de zombies ha cambiado con este megaespectáculo. Los zombies
o infectados han llegado al cine mainstream, pese a quien le pese, sobre todo a
la crítica más ortodoxa, y World War Z,
sin parecerse en nada a la novela de culto de Max Brooks, y pese a sus
defectos, es disfrutable cien por cien. Han suavizado la violencia y el mal
rollo, dando paso a la acción pura y el cine de aventuras con suspense, nada
que objetar. A uno siempre le encanta ver zombies mordiendo cuellos y devorando
tripas, pero también es grato ver millones y millones organizándose como insectos,
o ver a una estrella de Hollywood machacándolos, con una acción que es
constante y un ritmo trepidante, y el caos y tensión se mantiene en todo
momento. Cierto que la parte final donde descubren cierto aspecto de los
infectados que se les había pasado tira a pelín ridículo, y que podría haber
sido el peliculón que casi es si no hubieran cambiado el final amargo o una
batalla en Rusia, o los personajes eliminados de Mathew Fox o Ed Harris. Marc
Foster, director de Monster Ball o Quantum of solace, parece fijarse en The Walking Dead y Amanecer de los muertos, pero claro está, sin las carnicerías de
estas, aunque sobre todo se inspira en Contagio,
la peli viral de Steven Soderbergh. La cosa no le ha salido nada mal y
esperamos con alegría una secuela. Pero esperamos también casquería.
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