sábado, 15 de agosto de 2009

Rodríguez, Williamson y The faculty



Cuando reviso con los años The faculty (1998) después de haberla visto más de diez veces ha llovido mucho en cuanto a cine teen se refiere. La fórmula se agotó, y no fue por culpa de esta maravilla, eso está claro. Por aquél entonces, lo que se llevaba era el cine de adolescentes bonitos masacrados por un asesino que siempre o casi siempre se rebelaba al final como una de las supuestas víctimas. Los responsables de aquella nueva ola fueron dos: Kevin Williamson, guionista conocido por Dawson crece y Wes Craven, leyenda del cine de terror surgida de los setenta con clásicos como Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street o La última casa la izquieda. La criatura de ambos: Scream, vigila quién llama (1996), que revitalizó un género olvidado a finales de los ochenta -mezclar las teen movies con el cine de terror- que creó escuela, además de generar secuelas, hermanas (Sé lo que hicisteis el último verano), imitaciones (Leyenda urbana) y hasta parodias (Scary Movie).



Yo en aquellos maravillosos años no sólo era fan del nuevo Craven y lo que acabó convirtiéndose en una trilogía o de esos sucedáneos que no le llegaban ni a la suela del zapato. También lo era, y más, de esos dos enfants terribles de Hollywood que por aquél entonces estaban muy de moda: Quentin Tarantino y, sobre todo, Robert Rodríguez. Era muy habitual, con éste último, ver como la crítica se ensañaba y le lapidaban como si se tratara de un chapucero, un Juan Palomo que no sabía hacer ninguna de las múltiples tareas (producción, guión, montaje, dirección …) a las que se entregaba en cuerpo y alma en sus films. Mientras, defendían y aplaudían basuras que no se sostenían por ningún lado.


Yo sólo diré que empecé a respetarlo desde su primera obra:
El mariachi (1993), un apabullante film de acción íntegramente mexicano, y que con cuatro pesos consiguió un montaje y un lenguaje visual original que enganchaba desde el principio y nada resultaba cutre. Fue un éxito rotundo en festivales y el descubrimiento del director al que le ofrecieron un remake o secuela financiado por Hollywood y con Antonio Banderas en el papel del mariachi y a Salma Hayek como despampanante heroína morenaza: Desperado (1995) ,con más acción, más delirio, más explosiones, más sangre, un chiste malo contado por su amigo Tarantino, sin olvidar a un actor que despuntó como villano: Danny Trejo, en un rol muy parecido al que está rodando ahora en Machete, basado en el fake trailer de Grindhouse (2007), también dirigido por el realizador tejano. Me divertí como un niño pequeño con esta enchilada de tiros que mezclaba el cómic más desenfrenado con John Woo y al Sergio Leone más spaguettiwesterniano.

Estos dos jodidos divertimentos daban paso a lo que sería la primera colaboración con Tarantino y la primera obra maestra: Abierto hasta el amanecer (1995). El realizador de Pulp Fiction (1994) y la inminente Inglorious bastards (2009) se encargó de escribirla junto a Rodríguez, el director, y a coprotagonizarla con un rol desfasado, sobreactuado y divertido de un psicópata sexual. Consiguieron uno de los mejores films de chupasangres de finales de los noventa - con permiso de John Carpenter y su menosprecida Vampiros (1998)- gracias a una inusual mezcla: Abrirla como una road movie fronteriza y violenta de dos renegados, y en su segunda mitad convertirlo todo en una sangrienta película de vampiros. Las influencias de George A. Romero o Sam Raimi, otra vez Danny Trejo, Tom Savini, Fred Williamson- the king of blackspoitation -, Harvey Keitel, Juliette Lewis, un divertidísimo y macarra George Clooney y la reina de los vampiros, Satánico Pandemonium-Salma Hayek, y nos geniales maquillajes de la KNB redondeaban esta obra cumbre del cine de género, que algunos idiotas se encargaron también de machacar - En un Cinemanía de la época llegaron a decir que si querian ver una de vampiros divertida recurrieran mejor a Drácula, un muerto muy contento y feliz (1995) con Leslie Nielsen-. Como he dicho, idiotas.


No era de extrañar que en plena moda teen, y con uno de los artífices de Scream, Williamson, se contara con Rodríguez en lo que sería su segunda-y para nada la última-incursión en el fantástico: The faculty. Lo que podría haber sido otra adolescentada más en manos de otro director, acabó convirtiéndose en un divertidísimo cruce entre El club de los cinco, La cosa, y La invasión de los ladrones de cuerpos. La estética tex mex de Rodríguez se perdió un poco, estamos hablando de un encargo, así como la sangre, que sin alcanzar las cotas hemoglobínicas que salpicaban la Teta enroscada, contenía una violencia y maldad no percibidas en otras hermanas bastardas. El realizador rueda el film con un dinamismo visual perfecto y único, y gracias a un humor negro y desenfadado total -los profesores son alienígenas, y éstos solo pueden ser destruidos gracias a una droga casera, una especia de polvo blanco introducido en bolis Bic-, consigue el mejor hermano surgido de la escuela de Craven y Williamson, además, volvemos a comprobar la eficacia que tiene Robert Patrick como villano sádico y letal, con su mejor y más feroz papel desde Terminator 2, y sus adolescentes actores (Elijah Wood, Josh Hartnett) resultan mucho más convincentes que los que habitaban estos productos. También repetía en un pequeño papel la Hayek. Una delicia.

Rodríguez después volvió a realizar dos films maravillosos:
El Mexicano (2003) , Sin City (2005) y otra obra maestra de la sangre y el terror más divertido: Planet Terror (2007).

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