
Por Santi Martí
Martin Scorsese tiene en su cinematografía pelis de autor y encargos comerciales. Esta pertenece a la segunda categoría. Pero le ha salido una peli excelente donde el radical formalismo se convierte en fondo, en mensaje. Con su actor fetiche Leonardo Di Caprio, que cada vez está mejor, elabora una barroca puesta en escena donde la forma es fondo y el fondo forma. No es nada fácil hacer eso, y Scorsese lo borda para enmarcar. Basada en una novela de Dennis Lehane, el mismo autor de Mystic River, una historia compleja y enrevesada como pocas, la sabiduría de Scorsese le lleva a hacerla fluir por recovecos y meandros enfermizos y escatológicos. El término crueldad me viene a la mente para describir esta obra. Crueldad con Di Caprio, con su compañero, con los doctores, los pacientes incluso con los policías. Es una peli muy cruel a la vez que excelente. Scorsese sigue siendo el maestro del cine contemporáneo.
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